domingo, 28 de febrero de 2010

Brad

Hoy es un buen día para poner en orden algunos asuntos. Hace frío, llueve, es domingo y, al contrario que el resto de la semana, voy a estar solo en el piso toda la tarde. Luego llegará la final olímpica de hockey sobre hielo entre USA y Canadá, y se esperan por aquí hasta 7 canadienses sedientos de venganza, a los cuales haremos frente mi compañero de piso con su patriotismo sin límites y yo con mi curiosidad algo prejuiciosa. En la foto tenéis, de izquierda a derecha, a Brandon Froh, Anthony Napoletano y Brad West. Sólo falta Simon Pek para completar mi grupo de confianza actual por estas tierras. Hoy os hablaré un poco del chaval con el que vivo...

Brad es un chico alegre y despreocupado. Aún no se ha adaptado muy bien a los horarios europeos, así que se acuesta muchas noches a las 3 o las 4 de la mañana hablando con su novia, y al día siguiente puede salir de su guarida fácilmente a las 2 de la tarde. Su ritmo de vida, unido a su hábito de hablarle a los extranjeros igual que al tendero de su barrio, hicieron que los primeros días apenas tuviéramos contacto. Sin embargo, ahí donde lo veis con su inseparable gorra y sus vaqueros anchos, es un tipo educado, respetuoso y, a su manera, abierto de mente.

Brad tiene el carnet de conducir desde los 16 y, con 23 años y siendo los coches una de sus dos grandes pasiones, estrenó hace unos meses su segundo auto tan sólo un mes después de estrellar el primero contra un muro. En cuanto a su faceta culinaria, por ahora sólo lo he visto hacerse tacos mexicanos y pollo frito rebozado en harina, distribuyéndola cuidadosamente a partes iguales entre el pollo y el resto de la cocina. Como solemos compartir la comida y yo he variado bastante más mi alimentación, creo que ése ha sido un punto de acercamiento entre nosotros para superar la barrera idiomática que me sigue manteniendo un poco al margen de todo.

Y otro, sin duda, son los videojuegos. Brad vino a Europa con su Wii bajo el brazo y cuatro mandos para lo que surgiera. Su familia vive bien gracias a algunas inversiones afortunadas hace ya unas décadas, así que no tiene reparo en pagar 8 dólares por descargarse cualquier juego de los 90 que se nos antoje a mí o a uno de los canadienses que vienen a jugar casi a diario. Yo estoy reviviendo estos días mi pasado SEGA, enseñándole trucos del Sonic y del Streets of Rage. Y él es un consumado experto de Nintendo, tanto que sólo consigo ganarle a veces en el Super Mario Kart. Con todo, me siento orgulloso de hacer morder el polvo ocasionalmente a alguien que lleva a Mario Bros tatuado en el hombro izquierdo desde los 18.

martes, 23 de febrero de 2010

Acomodándome

Ya llevo 11 días aquí. No es mucho tiempo, y aún me encuentro en plena fase de adaptación, sin capacidad para saber con certeza qué me espera al día siguiente. Pero me voy acostumbrando poco a poco...

A los horarios: trabajar de 9 a 18h., comer a las 12:30, lavarme los dientes después de cenar a la misma hora que empezaría a cocinar en España. Los primeros días me sentía realmente extraño en este esquema. Son las 6 y media de la tarde, estás friendo unos filetes o una tortilla y el cuerpo te pide un vaso de leche con galletas. Pero después de la primera semana, lo cierto es que no está tan mal...

A mi compañero y mis vecinos. Realmente los eché de menos cuando se fueron de viaje estos días. Hoy estoy con mi compañero de piso yankee y dos canadienses, ellos han hecho unos tacos mexicanos y yo una sopa de pollo sencillita, pero que a ellos les ha encantado. Ahora estamos jugando al Mario Bros 3 en el salón, y claro, así es fácil adaptarse a otro país, ¿verdad? Esta noche les he presentado a mi familia por el Skype. Si algun@ más quiere conocerlos, no tiene más que agregarme al Skype y buscarme por la noche. Mi nickname es josemurcia85.

Y a la vida en general por aquí. Me he comprado una bici, como buen habitante temporal en este país, e incluso creo que he conseguido engañar a mi ordenador para que identifique mi IP como española. Así puedo ver los capítulos de la sexta temporada de Lost en Cuatro, los resúmenes de la Liga en Marca... ¿Y el inglés? Bueno, voy haciendo mis pinitos, pero intento solucionar la mayor parte de los trámites por internet, es decir, escribiendo y con tiempo para pensar lo que quiero decir. Porque, hoy por hoy, mi inglés es como las citas a ciegas por internet: por escrito puede pasar por bueno, pero luego hace aguas en el cara a cara.
Bueno, os dejo, que me toca jugar, jeje. ¡Hasta la próxima!

viernes, 19 de febrero de 2010

Primer contacto con el trabajo

El jueves es mi debut en la universidad. Subo a las 10 de la mañana, no porque haya salido la noche anterior (qué mas quisiera, pero estoy aislado hasta el domingo), sino para darle tiempo de llegar a Wolf, el alemán con el que he venido a trabajar aquí. En realidad se llama Wolfgang, pero a mí me suena demasiado serio para sus 35 años, su carácter servicial y su voz suave y aguda; además, no creo que se enfade, no me lo imagino enfadándose por nada ajeno a sus investigaciones, y ni siquiera va a leer esto. Domina 4 idiomas, algo no tan extraño por aquí, pero el español no está entre ellos. Y vive en Alemania, en la ciudad fronteriza de Aachen, así que necesita su tiempo para llegar cada mañana...

La mañana transcurre muy rápido mientras Wolf me va presentando gente, 15, quizá 20 personas. Además de holandeses, hay alemanes, belgas, una brasileña y un conserje indonesio muy simpático que a mí me recuerda inevitablemente al maestro Miyagi de Karate Kid. Aunque quizá la mañana haya pasado tan rápida porque Wolf, fiel a su palabra/amenaza, ha venido a recogerme para el lunch a las 12 en punto. Y no es cosa de él y su amigo Daniel, también alemán, porque el comedor está lleno de gente justamente a esa hora. Incluso tienen cara de hambre mientras esperan en la cola. Habrá que acostumbrarse...

También descubro el mismo día que aquí no está tan extendido el concepto de la siesta, ni siquiera lo de sentarse a reposar un poquito tomando el café con tranquilidad. Por el contrario, a Wolf le parece que es un momento estupendo para recuperar el tiempo perdido por tanta fiesta y mantener una reunión de 4 horas sin interrupciones ni descansos. Así que, a las 16:30 de la tarde, ya hay una secuencia de comandos ejecutándose en un ordenador de cuatro procesadores durante todo el fin de semana, y una cabecita española de un solo procesador con ganas de tomarse un vasico de leche y acostarse.

Pero yo soy un tipo duro, al menos en el trabajo, y allí me planto de nuevo al día siguiente. Estoy instalado en la Facultad de Salud, Medicina y Ciencias de la Vida, en el despacho pi (3,14), que es una especie de comodín del edificio, donde puede venir eventualmente a trabajar cualquier investigador del edificio que no tenga un sitio mejor. Así me lo han explicado. Aquí hay 4 ordenadores y, sin embargo, yo tengo orden de traer mi propio portátil. Cosas de holandeses... Como la timidez. Ayer estuvo sentado a 3 metros de mí un muchacho que no me miró en media hora, y sin embargo, cuando entró la directora del departamento, le pidió expresamente que nos presentara, y desde entonces me hablaba. Hoy me ha tocado una mujer que sabía que Murcia es una ciudad de tradición agrícola, y que me ha recomendado que me vaya a esquiar antes de que se derrita el hielo. Y para eso no habrá que irse muy lejos, porque estuvo nevando 4 días en la ciudad cuando yo llegué...

NOTA: he cambiado la configuración del blog, para que puedan publicarse comentarios sin estar registrado ni tener cuenta Gmail. 1abrazo a todos y a seguir bien.

jueves, 18 de febrero de 2010

Compañero y vecinos

- ¿Por qué has llegado tan tarde?

Es la pregunta que me hace todo el mundo hoy. Son las 9 de la noche del sábado y estoy inmerso en mi primer botelleo Erasmus. Brad, mi único compañero de piso por ahora, trajo un amigo a cenar, y un rato después fue llegando gente hasta llegar a 12 personas, entre las que hay 6 canadienses, 3 polacos, 2 yankees y yo, casi todos estudiantes que han venido a Maastricht porque su universidad tenía un programa de intercambio con la de aquí. Y como llegaron a la vez y llevan ya varias semanas juntos, les resulta rara esta nueva incorporación. Pero no parece importarles. Algunos se ríen un poquito al ver cómo sufro explicándoles mi situación o contestando a alguna pregunta sobre España, de las muchas que me hacen. Me siento terriblemente torpe y cansado, porque llevo en pie desde las 4 de la mañana. Y sin embargo, me gusta lo que está pasando, yo vine aquí justamente para esto. Antes de las 12 ya se han ido todos a seguir la marcha fuera, y a mí me queda toda una noche por delante para recuperarme del primer asalto.

Al día siguiente se repite el guión. Hoy estoy más descansado, pero eso no es suficiente, ni mucho menos, para integrarme en las conversaciones del salón durante la noche. Aun así, gasto bromas con ellos, jugamos a algún jueguecillo tonto con los tercios de cerveza en la mano y luego salimos todos juntos. Resulta que he llegado en la época más intensa de fiestas (algunos dicen que la única) de la ciudad, el Carnival. De sábado a martes, todo el mundo va disfrazado - mis nuevos colegas también, ¡y yo sin pilas en la cámara! -, y hay música y cerveza de sobra en las calles del centro. Y hoy domingo todos nos recogemos tremendamente tarde, que viene a ser sobre las 3 de la mañana.

A partir del lunes, la cosa se va tranquilizando. Simon y Brandon, dos de los canadienses, vienen a comer al piso los dos días. Les he contado que me gusta jugar al ajedrez y Brandon viene a jugar conmigo el lunes, pero después de dos partidas me sonríe y dice: "tío, hoy no es mi día, busquemos otro juego". Son los dos que más tiempo dedican a hablar conmigo por ahora, ya que yo estoy en fase de timidez absoluta y raramente inicio una conversación. Simon incluso me ha conseguido una tarjeta telefónica y me ha ayudado a cargarle saldo antes de irse unos días a Bélgica con los demás. El número es facilito, yo creo que se os queda, es el 0049 0644027220.

lunes, 15 de febrero de 2010

Piso compartido

Reservé mi alojamiento por internet, sin saber con certeza en qué consistía. Finalmente, siguiendo las indicaciones de la web y con la inestimable ayuda de Wolf y su Toyota, fuimos capaces de encontrar la dirección indicada y llegamos poco después de las 10 de la mañana. El número 15 de Wardehopflein resultó ser un edificio de 3 pisos, más alto que la mayoría de los que se ven por aquí. Fuimos subiendo las escaleras hasta llegar al último piso, puerta 7D. La llave abría, y me imaginé que lo que había dentro me pertenecía durante los cuatro meses siguientes. Wolf sonrió al ver que nos hallábamos en una casa razonablemente espaciosa, y pensó que su estudiante invitado estaría cómodo allí. Sin embargo, se puso algo nervioso cuando pasó al salón. "Oye, ¿has alquilado esto con alguien?", preguntó cogiendo una de las botellas de cerveza vacías que había en la mesa. "Porque parece que aquí ya vive alguien". Había platos sin fregar en la cocina y varias toallas esparcidas por el aseo, demasiado para pensar que alguien se hubiera ido sin limpiar.

Sólo llevaba 3 horas de sueño encima y me costaba horrores dirigirme a él en inglés, pero tragué saliva y le contesté que no se preocupara y que ya iría yo aclarando el asunto. Más tarde, cuando me quedé solo en la casa, fui descubriendo que lo que había reservado era una habitación de 10m2 en un piso compartido de 4 habitaciones. Todas tenían la puerta cerrada con llave, así que comencé a escudriñar cada rincón para tratar de adivinar con qué clase de gente estaba viviendo ahora. En el salón, tercios de Heineken, varias botellas de vino y un cenicero con colillas (algunas de ellas de algo liado). Gente joven, quizá. Una revista de psicología en alemán u holandés, vaya usted a saber. Dios mío, espero que al menos hablen en inglés entre ellos...

Había dos cuchillas de afeitar en el aseo, una azul y otra rosa, y dos toallas de manos, así que decidí que tal vez estaba conviviendo con una pareja de holandeses menores de 25 años. Y me fui al súper a comprar. Tuve tiempo de volver y ordenar algunas cosas para hacer tiempo y se hicieron las 2 de la tarde. Entonces me armé de valor, y fui tocando en las puertas de las habitaciones para dejar de sentirme como una liebre profanando la cueva de un oso. En las dos primeras no hubo respuesta. Finalmente, de la tercera salió un tipo soñoliento, alto como yo y con gorra que, antes de que yo pudiera terminar de disculparme, comenzó a hablar por el móvil con alguien que le estaba llamando. Al colgar, con aire de tener prisa, me explicó que él era de Pennsylvania y que más tarde tendríamos ocasión de conocernos.

Compartiendo piso con un yankee. Buenas noticias para empezar...

Presentación del blog

Hola a tod@s. He creado este blog para ir comentándoos cosillas que ocurren por aquí. Llevo 3 días en Maastricht, al sur de Holanda, y hay mucha gente a la que me gustaría contarle qué tal va todo por estos parajes, pero me falta tiempo para hacerlo individualmente. Espero que os vayáis asomando por aquí y que hagáis comentarios, para saber algo de vuestras vidas y mantenernos en contacto.
Un abrazo.