lunes, 29 de marzo de 2010

Punto y aparte

El lunes 15 de febrero, voy por segunda vez al supermercado. En el mejor de los casos, las etiquetas están en inglés, así que voy escudriñándolas sin prisa para no equivocarme como me pasó el sábado, cuando compré harina para cocinar bizcocho en el horno (y no tenemos horno) y un falso jamón serrano que resultó ser bacon del malo. Hacer la compra es una tarea demandante para mí, tanto que choco de bruces con dos tipos en uno de los pasillos. Pero ellos me sonríen, y rápidamente reconozco a Simon y Brandon, que tienen la suficiente paciencia para hablarme despacito y explicarme que vienen a comer a casa. Una vez allí, mientras estamos cocinando, los dos me cuentan algunas cosas sobre ellos, repitiéndome gentilmente cuando les hago gestos de no haber comprendido: tienen 23 y 20 años, y los dos viven independientes. ¿Y tú? Eres un estudiante de doctorado y estás cobrando una beca, también vives independiente, ¿no? Ehmm, puess..., sí, claro que sí.

Y el tiempo va pasando. Ahora es sábado, 27 de marzo, y estoy haciendo mi maleta durante la mañana para volver a casa por Semana Santa. Me llevo de vuelta algunos juegos de ordenador y series en CD que me traje para no aburrirme tanto durante mi aislamiento. Y resulta que apenas he tenido tiempo para estas cosas. Brandon llega al piso con su guitarra española y, cuando le cuento que me voy para unos días, me pone morritos. "¿Es que me vas a echar de menos?". "Claro - me contesta -, Simon y yo ya te echamos de menos cuando nos fuimos a Suiza unos días después de conocerte". Luego, cuando hablo con mi hermana por Skype, dice justamente lo contrario mientras me da pataditas por debajo de la mesa. Es extraño, Brandon nunca me ha preguntado por qué, si mi hermana y yo ya no vivimos con mis padres, siempre aparecen todos en la pantalla cuando hablamos por Skype...

El sábado hace un día estupendo, y cuando aquí llega el finde y luce el sol, es casi un pecado no salir a la calle. Así que cuando Anthony llega y Brad resucita, salimos a la calle a seguir conociendo Maastricht, esta vez a pie. Esta ciudad definitivamente se merece un espacio en el blog, así que trataré de sacar tiempo estos días en España para escribir un poquito sobre ella. Al final acabamos en una chocolatería holandesa. Además de que los chocolates aquí son deliciosos, el proceso de preparación es muy original: una vez elegida la variedad de chocolate, se sirve sólido junto a una taza de leche al punto de ebullición, de forma que el cliente puede ver cómo se va derritiendo. El proceso de espera es casi una tortura para los amantes del chocolate como yo, pero una gran ventaja es que se pueden comprar estos "terrones" y degustarlos en cualquier otro lugar. Así que yo elijo 5 variedades distintas. "¿Por qué cinco?" "Somos cinco en casa", contesto yo escuetamente. Y nadie se muestra extrañado, sólo yo. "Ok, chicos, quiero contaros algo". Es un mal trago, pero se lo debo a ellos y a mí mismo. Brad es el primero en mencionar la palabra clave: "¿nos mentiste entonces?" Risas generales, it's okay, man, y yo me quedo más tranquilo. Al día siguiente estamos reservando los vuelos para Sicilia durante el mes de abril y descubren que el nombre de mi DNI no coincide con mi nombre en Facebook. Brad se echa a reir: "nooo, Jouséé, please, no more lies!!"

Y ahora, lunes 29, estoy a puntito de irme a casa. No voy a poder ver ni a la mitad de la gente que me gustaría, pero realmente tengo muchas ganas de volver. Necesito planificar el trabajo para los dos meses y medio que me quedan aquí, ya que la última semana he llegado a una especie de callejón sin salida. También quiero darme el primer baño en la playa, y hablar en español hasta hartarme, despojándome del aspecto de tipo reservado y algo taciturno del último mes y medio. Pero, sinceramente, creo que 6 días serán suficientes para echar un poquito de menos esta ciudad, y especialmente a estos cuatro norteamericanos que, casi desde el principio, decidieron que el idioma no es tan importante para afianzar una amistad.

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