Me levanto alrededor de las 9:30. Es un poco tarde para un día laborable, pero nadie va a notar mi ausencia hasta que me avisen para el lunch, y entonces ya llevaré despierto el tiempo suficiente como para comer por un simple mecanismo de imitación social. Además, anoche me fui a dormir tarde después de jugar con Brad a la consola y, por si fuera poco, me resulta casi imposible acostarme sin leer un poquito de La Catedral del Mar. Hacía tiempo que no estaba tan enganchado a un libro, quizá porque es una buena historia o simplemente porque está en español.
De modo que hacia las 10:20 me voy para la uni. El edificio donde trabajo está a menos de un kilómetro de casa, así que voy andando. Hay una escuela primaria a mitad de camino, así que me encuentro a los niños saliendo al recreo. El maestro trata de ponerlos en fila india, pero ellos van haciendo sus grupitos, y eso que tendrán unos 6 años nada más. Ríen a carcajadas, gritan y se gastan bromas entre ellos, porque los niños son niños en todas partes. Hace frío, quizá unos 5 grados, aunque casi no hay termómetros en la ciudad para comprobarlo. Pero al menos ha salido el sol y da gusto pasear por la calle.
Hoy me acompaña en el despacho Lusz (ojalá se escriba así). El tercer piso es el de Medicina General, pero me trajeron aquí porque no había espacios libres en el de Metodología y Estadística. Mis compañeros de sala son médicos cercanos a los 40 años que compaginan la práctica profesional con tareas de docencia e investigación, así que no vienen más de un par de días a la semana. De entre ellos, Lusz (Lucía en español) es la que más habla conmigo, y hoy me pregunta por el fin de semana y me mira con gesto de preocupación mientras yo le cuento mi aventura. Al rato vienen a visitarla un par de alumnas y yo las dejo hablando en su lengua. Cuando hay gente hablando mientras trabajo, me resulta menos molesto si hablan en un idioma que yo no entiendo en absoluto. Y ése es el caso (y lo va a seguir siendo) del holandés.
La hora de la comida es, paradójicamente, un momento estresante. A veces tengo suerte, y Jan, Daniel o Mark (belga, alemán y holandés, respectivamente) vienen con nosotros, y entonces la conversación es distendida entre los demás permitiéndome bromear un poco sin romper mucho el ritmo del diálogo. Pero hoy nos hemos quedado solos Wolf y yo, solos en el Lejano Oeste. Él es algo tímido y yo aún no lo conozco mucho y hoy no se me ocurren muchos temas de los que hablar donde, además, pueda manejarme en inglés; así que nos lanzamos miradas furtivas como dos pistoleros mientras almorzamos. Pero él termina su sandwich antes que yo, y entonces un matojo rodante pasa por nuestra mesa mientras yo mastico lo más rápido posible. Wolf se rinde y empieza a hacerme preguntas de todo tipo, tratando de arrancarme las palabras con el ahínco con el que un barbero le arranca las muelas a sus desdichados clientes. Finalmente llegamos a la facultad y se despide de mí con un suspiro de alivio. Pese al mal trago, mañana volverá a buscarme, y al otro, y al otro. Tengo que aprender inglés. Wolf se lo merece.
A las 18:30 salgo de la uni. La gente empieza a irse sobre las 5, pero en mi piso no pasan cosas divertidas a esas horas, así que me quedo trabajando en total tranquilidad un ratito más y así se hace la hora de preparar la cena. Además, a esa hora Julie ya ha vuelto de hacer sus experimentos del máster y así cocinamos y cenamos juntos. Julie es, de todas las personas con las que converso más o menos a menudo, la única que habla menos que yo. Pero no importa, siempre encuentro algo que contarle, ella me entiende con facilidad y los dos somos comprensivos con los errores del otro. Julie lleva 10 días menos que yo aquí y le cuesta bastante expresarse, sobre todo en temas de vocabulario. El otro día le hablé de Murcia y me sorprendió la cantidad de palabras que conocía sobre agricultura, aunque luego descubrí que es una freak del Farmville y dejó de parecerme extraño. Hoy me cuenta que el día que llegó no había nadie en el piso: "cuando hablé con mi novio y me preguntó que con quién vivía, mire los calzoncillos de Mario Bros de Brad y tu toalla marrón con ositos y le dije que seguramente con una parejita feliz". Bueno, no iba tan desencaminada...
De modo que hacia las 10:20 me voy para la uni. El edificio donde trabajo está a menos de un kilómetro de casa, así que voy andando. Hay una escuela primaria a mitad de camino, así que me encuentro a los niños saliendo al recreo. El maestro trata de ponerlos en fila india, pero ellos van haciendo sus grupitos, y eso que tendrán unos 6 años nada más. Ríen a carcajadas, gritan y se gastan bromas entre ellos, porque los niños son niños en todas partes. Hace frío, quizá unos 5 grados, aunque casi no hay termómetros en la ciudad para comprobarlo. Pero al menos ha salido el sol y da gusto pasear por la calle.
Hoy me acompaña en el despacho Lusz (ojalá se escriba así). El tercer piso es el de Medicina General, pero me trajeron aquí porque no había espacios libres en el de Metodología y Estadística. Mis compañeros de sala son médicos cercanos a los 40 años que compaginan la práctica profesional con tareas de docencia e investigación, así que no vienen más de un par de días a la semana. De entre ellos, Lusz (Lucía en español) es la que más habla conmigo, y hoy me pregunta por el fin de semana y me mira con gesto de preocupación mientras yo le cuento mi aventura. Al rato vienen a visitarla un par de alumnas y yo las dejo hablando en su lengua. Cuando hay gente hablando mientras trabajo, me resulta menos molesto si hablan en un idioma que yo no entiendo en absoluto. Y ése es el caso (y lo va a seguir siendo) del holandés.
La hora de la comida es, paradójicamente, un momento estresante. A veces tengo suerte, y Jan, Daniel o Mark (belga, alemán y holandés, respectivamente) vienen con nosotros, y entonces la conversación es distendida entre los demás permitiéndome bromear un poco sin romper mucho el ritmo del diálogo. Pero hoy nos hemos quedado solos Wolf y yo, solos en el Lejano Oeste. Él es algo tímido y yo aún no lo conozco mucho y hoy no se me ocurren muchos temas de los que hablar donde, además, pueda manejarme en inglés; así que nos lanzamos miradas furtivas como dos pistoleros mientras almorzamos. Pero él termina su sandwich antes que yo, y entonces un matojo rodante pasa por nuestra mesa mientras yo mastico lo más rápido posible. Wolf se rinde y empieza a hacerme preguntas de todo tipo, tratando de arrancarme las palabras con el ahínco con el que un barbero le arranca las muelas a sus desdichados clientes. Finalmente llegamos a la facultad y se despide de mí con un suspiro de alivio. Pese al mal trago, mañana volverá a buscarme, y al otro, y al otro. Tengo que aprender inglés. Wolf se lo merece.
A las 18:30 salgo de la uni. La gente empieza a irse sobre las 5, pero en mi piso no pasan cosas divertidas a esas horas, así que me quedo trabajando en total tranquilidad un ratito más y así se hace la hora de preparar la cena. Además, a esa hora Julie ya ha vuelto de hacer sus experimentos del máster y así cocinamos y cenamos juntos. Julie es, de todas las personas con las que converso más o menos a menudo, la única que habla menos que yo. Pero no importa, siempre encuentro algo que contarle, ella me entiende con facilidad y los dos somos comprensivos con los errores del otro. Julie lleva 10 días menos que yo aquí y le cuesta bastante expresarse, sobre todo en temas de vocabulario. El otro día le hablé de Murcia y me sorprendió la cantidad de palabras que conocía sobre agricultura, aunque luego descubrí que es una freak del Farmville y dejó de parecerme extraño. Hoy me cuenta que el día que llegó no había nadie en el piso: "cuando hablé con mi novio y me preguntó que con quién vivía, mire los calzoncillos de Mario Bros de Brad y tu toalla marrón con ositos y le dije que seguramente con una parejita feliz". Bueno, no iba tan desencaminada...
Sospecho que lo de la ausencia de termómetros puede tener fines ocultos del gobierno... ¿evitar la emigración quizás? mmmm... :)
ResponderEliminarPor ahí deben ir los tiros, jeje... Según una encuesta, los holandeses fueron los ciudadanos más felices del mundo el año pasado. Supongo que para eso hacen falta algunos trucos (y drogas).
ResponderEliminarSi en el fondo viven bien (vivis bien!)
ResponderEliminar"La Catedral del mar" de Ildefonso Falcones, con ese nombre no se me olvida el nombre de su autor!jeje
ResponderEliminarme la lei hara un ano y esta bastante bien, y aunque a veces me cansaba cuando daba tantos detalles sobre arkitectura me gusto mx la historia, mui bonita;)
una pregunta, bendeis alcohol??? xdddd
ResponderEliminarlo digo x la foto de Julie jejeje os ha delatado borraxos!:P
vender con "V", perdon:P
ResponderEliminarJajaja, sí que vivimos bien, sí. Y lo de las botellas fue una circunstancia puntual. La mitad ya estaban vacías de la noche anterior, jeje...
ResponderEliminarmas a mi favor, borraxos!:P
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