jueves, 29 de abril de 2010

Diario culinario de la semana



LUNES:
- Comida: después de la visita de mis amigos, estaba demasiado cansado como para prepararme nada ingenioso. Menos mal que a Elena le sobró arroz y me ha dejado un tupper en mi leja del frigorífico. Incluso le ha puesto maíz antes de irse esta mañana a una hora intempestiva al trabajo, qué atenta. Hace dos semanas que no como con las estudiantes de 6º de Medicina General, así que hoy toca. Son una buena compañía, sin duda, y además es casi el único contacto que tengo con gente joven holandesa por aquí.

- Cena: Amanda, la novia de Brad, está pasando aquí unos días. Es de familia surcoreana, así que nos ha cocinado arroz con algo muy rico por encima cuyos ingredientes se apañó para encontrar durante el día. [Debería haberle preguntado cómo se llamaba aquello, pero ya es tarde, se marchó hoy jueves].

MARTES
- Comida: nada menos que 7 miembros del Departament of Methodology and Statistics cumplieron años durante el mes de abril, así que hoy han organizado una comida para celebrarlo conjuntamente. La comida es en la planta baja de la facultad, no vaya a ser que a la gente luego le dé pereza volver en coche al trabajo (o en bici, más bien). Yo soy rarillo para esto de los piscolabis, y además las 12 de la mañana sigue pareciéndome una hora indecente para comer, así que me preocupo más por buscar corrillos de gente hablando en inglés que por llenar el buche. Al final ha sobrado mucha comida y, como soy de los pocos que ha ayudado a recoger y les he contado que esta noche cocino yo y tengo invitados, me vuelvo al despacho bien provisto de delicatessen de esas que en condiciones normales yo jamás tendría en casa.

- Cena: el sábado, entre cerveza y cerveza, le pregunté a Brad si quería que cocinara algo para que Amanda lo probase antes de marcharse. No se lo pensó: croquetas. Y allí estaba yo la noche antes, desmenuzando el pollo mientras la abuela de Brad me daba conversación. Porque en efecto, además de Amanda, también ha estado de visita aquí su abuela. Cuando la conocí el pasado finde, me dijo "puedes llamarme Grandma". Así que, como a mí ya no me quedan grandmas, pues voy haciendo añicos el pollo hervido mientras trato de entender a esta señora que me cuenta que es una republicana de toda la vida, que le gusta ver fútbol americano y béisbol por la tele y que, cuando salieron a comer el primer día por aquí, le pidió a su nieto que los llevara a un McDonald's. "¿Sabía que hay un cementerio americano no lejos de aquí, Grandma?" No, pero ahora sí lo sabe y está loca por visitarlo, en menudo lío acabo de meter a mi amigo Brad... Al día siguiente las croquetas son tan bien acogidas como en las dos ediciones anteriores. Es casi un alivio que Grandma West no haya venido, no sé si le habrían gustado, demasiado europeas.

MIÉRCOLES
- Comida: es casi la una de la tarde y Raymond tiene visita en el despacho. Hoy es una chica rusa a la que veo por segunda vez. El día anterior, nada más marcharse, Raymond se me acercó para comentarme que ella está mucho mejor de sus ataques psicóticos desde que ha salido de su país. Ah, pues me alegro por ella..., y por mí. También debe ayudar que la estén atiborrando a pastillas, porque siempre parece adormilada y está bastante gordita, efectos secundarios comunes cuando se consumen neurolépticos. El caso es que yo no puedo concentrarme en la lectura del magistral Handbook del 2009 que Wolf me ha cedido temporalmente y hace un día radiante ahí fuera, así que salgo a la calle un rato a disfrutar del sol y a sentarme en un banco a leer como un intelectual. Hoy sólo tengo plátanos para comer, así que de no ser por el libro quizá parecería más bien un indigente. Pero hay que hacer hueco para la noche...

- Cena: esta semana es el cumpleaños de Anthony, y como tiene jardín en la parte trasera de su casa, ha organizado una barbacoa en condiciones. Hay cerca de 20 personas, prácticamente todos los estudiantes no holandeses que he conocido hasta ahora están aquí. Aylin y Ahmet me estaban esperando, porque traigo pollo para asar y, como turcos y musulmanes que son, habían preferido no probar nada de la carne que había ido saliendo hasta el momento. Es una celebración informal y todos hablamos con todos. A Anthony no le han hecho muchos regalos, aunque he visto la felicidad en su cara cuando Johannes, uno de los alemanes, le ha entregado el suyo: un porro del tamaño de un bolígrafo. La mayoría de la gente, eso sí, aguanta hasta las 12 (¡aguanta!) para cantarle el cumpleaños feliz al anfitrión.

JUEVES: no sé si comida, merienda o cena, pero el caso es que Sophia y otras tres amigas a las que no conocía, suecas como ella, han organizado una degustación de pancakes en el gran parque que hay en el centro de Maastricht. Son dulces y están deliciosos, y además hace un tiempo estupendo y mañana es el Queen's Birthday, por lo que han organizado una fiesta desde las 4 de la tarde en este mismo recinto. Después de una pachanga de fútbol con más nacionalidades que en muchos equipos de nuestra Liga, me retiro pronto para hacer los preparativos del finde. Me voy a perder el fiestón de Amsterdam mañana, espero que Sicilia valga la pena. Pero sobre todo, espero que esta vez nos vayamos de verdad.

lunes, 26 de abril de 2010

Haciendo memoria

El desayuno del lunes es uno de los momentos duros de la semana, aquí y en todas partes. Haya salido mucho o poco durante el finde, siempre me cuesta tirar del cuerpo más que otros días. Y al mismo tiempo, me siento con ganas de reflexionar y de hacer algún propósito a corto plazo. Una vez que limpio la mesa y aparto un spaguetti que se había mimetizado con una de las patas, me siento a dar buena cuenta de mis cereales. Ya sólo me quedan 7 semanas aquí. En la silla junto a la mía hay colgadas unas camisas aún húmedas, y en el resto del salón quedan algunos restos más de la cena de anoche, y algunas botellas que alguien trajo el sábado a las cuatro de la mañana, pero que tuvimos el suficiente sentido común de no abrir. Llevo tiempo sin escribir en el blog, ¿qué he estado haciendo últimamente? Simplemente, he estado pasándolo bien...

..., con los de aquí. Hace una semana, frustrado nuestro viaje a Sicilia, decidimos buscar otras alternativas de ocio por los alrededores de Maastricht. Si el tiempo es bueno y tienes bici y gente maja a la que unirte, entonces no hace falta mucho más para pasarlo bien en esta ciudad. Así que uno de estos días fuimos a visitar pueblecito llamado Valkenburg, con su castillo y, por pura coincidencia, su vuelta ciclista para aficionados. En el retorno localizamos un cementerio de la Segunda Guerra Mundial donde yacían miles de soldados estadounidenses. Estaba cerrado, pero nos colamos saltando un seto, unos con más arte que otros. Según la estimación de Brandon, recorrimos 40 kilómetros a lo largo de todo el día, así que el plan nocturno fue demasiado tranqui incluso para mí.

..., con Julie. El pasado lunes, mi compi belga celebraba que había pasado el mal trago de hacer su primera presentación en inglés. Sólo estábamos Elena y yo, pero nos las arreglamos para acabar con toda la cerveza belga que había traido o comprado en el súper esa tarde. El jueves había una charla sobre cómo realizar el trabajo de Fin de Máster en la Universidad de Lieja, así que nos fuimos los dos p' allá y, ya de paso, cenamos y salimos después con sus amigos. Era la primera vez que salía por Bélgica y con belgas, y me dio la sensación de que son bastante más parecidos a los españoles que a los holandeses: prefieren el coche para ir de un sitio a otro, sus discotecas cierran igual de tarde que las nuestras y se manejan de aquella manera con los idiomas. Yo tuve que hablar más francés que en toda mi vida, pero hice el esfuerzo gustoso porque todos eran encantadores (y encantadoras) y me brindaron una de las noches más originales desde que llegué aquí. Julie y yo dormimos en casa de una de sus amigas y me dejé allí la camiseta. ¿Olvido selectivo?

..., y con mis amigos de España. Este último finde vinieron a hacer turismo Lucía, Paco y Bea. El viernes llegamos al piso a las once de la noche, pero allí nos estaban esperando casi 10 personas ansiosas por conocerlos. "¿Paco? ¿Paco de Lucía?" Brandon había traido su guitarra y, ya que yo no puedo deleitarle mucho con mi repertorio de flamenco, probó suerte con el nuevo invitado. El sábado los de aquí se fueron a visitar los campos de tulipanes y nosotros pasamos cinco horas en Amsterdam, que por la noche había una cocktail party de esas a las que la gente asiste arreglada. Mala cosa, porque yo no traje camisas para no tener que plancharlas, me llevé los zapatos de vuelta en Semana Santa y a Paco lo avisé muy tarde y andaba igual de escaso que yo. Pero Brandon tenía cuatro camisas, siete corbatas y las mejores intenciones de que fuéramos lo más apropiados posible. "Siento no poder dejarle nada a las chicas, pero son las dos muy guapas y van a ir elegantes con cualquier ropa que hayan traido". La noche fue muy divertida, nos acostamos a las 5 de la mañana y al día siguiente nos levantamos a mediodía por pura gana de pasear por Maastricht. Y el tiempo, una vez más, acompañaba. Elena, aunque lleva aquí mucho menos que yo, conoce la ciudad bastante mejor, así que ella nos fue guiando por el centro a visitar los edificios antiguos, la iglesia reconvertida en librería, la imagen de la patrona de la ciudad y, después de comer a una hora intempestiva para los holandeses, a sentarnos un ratito en el césped mientras se hacía la hora de irnos a la estación. Creo que los tres lo pasaron bien, pero quizá fue algo más emotivo para Lucía, que estuvo en otra parte de Holanda hace unos años y adora muchas cosas de este país. No es la única.

viernes, 16 de abril de 2010

Practicando idiomas. Hoy: inglés de barrio

El volcán Eyjafjalla eligió este siglo y esta semana para llenar de cenizas el cielo en media Europa, así que nos hemos quedado compuestos y sin viaje por ahora. Me he concedido el día libre y no hay planes hasta las 9 así que, mientras se me pasa el mal humor, creo que es un buen momento para repasar algunas expresiones que me han ido enseñando por aquí a lo largo de estos dos meses.

- I rub your back, you rub mine.
Es parecido al "hoy por ti, mañana por mí", pero creo que con un sentido más inmediato. Esta semana salimos de cañas, yo pagué una ronda y al ir a por la siguiente, Brad me estaba esperando sonriente con el botellín en la mano: "no problem, man, I rub your back, you rub mine".

- Wing-man.
Ésta es más difícil de explicar. Creo que apareció cuando algunos pilotos de la las fuerzas aéreas norteamericanas salían de marcha y uno localizaba a una chica guapa en el bar de turno. Entonces, el apuesto y gallardo (o no) oficial le pedía a los amigotes que le facilitaran la tarea, contándole a la muchacha maravillas sobre su pretendiente y, si fuera necesario, cortejando a las amigas no tan agraciadas para permitir a la elegida centrarse en el asunto. Resumiendo, yo lo traduciría como "allanar el camino" en el ámbito amoroso. Así que si estás en un pub y quieres pedirle apoyo logístico a un colega, puedes preguntarle "hey, buddy, can you wing-man me?". Esta curiosa palabreja llegó a mi vida cuando Brandon y yo nos íbamos a Leiden y, como Simon tenía buenas perspectivas allí, Brandon me dijo que teníamos que "wing-man him".

- Yeah, sure.
Parece simple, pero según el país angloparlante en el que estés, este "sí, claro" podría tener un fuerte tono irónico. Cuando llevaba un par de semanas aquí y algunos habían venido a cenar, Simon me preguntó si estaba a gusto con mis nuevos amigos y yo le respondí "yeah, sure". En efecto, Canadá y USA pertenecen a la zona del retintín, así que todos empezaron a reirse y, hasta que decidieron explicarme el motivo muchos días más tarde, yo no supe por qué.

miércoles, 14 de abril de 2010

Un día cualquiera en abril

Me levanto alrededor de las 9:30. Raramente consigo hacerlo antes, pero no está tan mal porque ayer me acosté a las 3 de mañana. Claro, uno viene aquí con el objetivo de practicar inglés, conoces a unos norteamericanos majetes y aceptar los planes que te proponen se convierte en algo casi tan importante (y sin casi) como asistir a reuniones de trabajo. ¿Y qué culpa tengo yo si anoche tuve que seguirlos hasta la barra de un bar para practicar idiomas? Los becarios somos unos mandaos, así que yo me dejo llevar por esta dulce corriente...

Y a la hora habitual, de nuevo me encamino a la universidad. La primavera también ha llegado a Maastricht, aunque al sol radiante lo contrarresta un viento "fresquito" que realmente no adviertes hasta que estás en la calle y ya es tarde para volver a subir los tres pisos de escaleras. Hay unos obreros estos días y algunas chicas guapas pasan en bicicleta frente a ellos. Sin recelos. Sin temor alguno. Y la siguiente escena es de un silencio absoluto, sólo desafiado por algunas rumiantes que están hoy revoltosas. Resulta que entre la universidad, el gimnasio y las dos escuelas primarias llenas de niños de todas las edades, hay nada menos que un redil lleno de ovejitas. Así es mi camino diario a la universidad.

Mientras llego, voy decidiendo con quién voy a comer hoy. Podría ir con Wolf y sus secuaces, la semana pasada comimos juntos un día y pasamos un rato bastante animado. O también puedo intentarlo con las chicas holandesas de 6º de medicina, hoy hace buen tiempo y es menos probable que se queden bebiéndose un tazón de sopa delante del ordenador. Aunque al final me decanto por Andreia y Margarida, las chicas portuguesas. A diferencia de los demás, ellas comen alrededor de las 13:30 y no tengo la sensación de que me hagan un favor hablando en inglés conmigo, porque son muy sociables y les encanta contar cosas de su país a quien haga falta. Además, mis compañeras de piso suelen unirse a la comitiva. Hoy no estará Julie, que aún no ha vuelto de su semana sabática en Bélgica. Julie nunca entra en este blog (algunos de los otros protagonistas sí, cosas de la barra traductora de Google), así que tengo intimidad para decir que la he echado de menos y que estoy deseoso de que vuelva y me cuente qué tal ha pasado estos días.

Hoy sólo está en el despacho Reymond. Como si me estuviera esperando, se levanta con una agilidad insospechada a su edad y me pregunta severamente: "José, ¿estás contento con tu vida?" No me gustaría tener a Reymond como profesor, siempre acaparando más protagonismo del que le corresponde cuando sus entusiastas alumnos vienen con gesto de apuro a las tutorías; sin embargo, como compañero ocasional de despacho me parece un tío interesante. Y creo que es una pregunta elegante, más apropiada que el clásico "¿eres feliz?" al que nunca sé muy bien qué responder, porque la felicidad se me antoja efímera y difícilmente factible como meta en sí. Pero sí, la verdad es que sí estoy contento con mi vida actual. Reymond asiente y sonríe radiante como el sol que entra por nuestra ventana. Más tarde, me comenta que mañana va a volver a traer a media Yihad al despacho y que espera que eso no suponga una gran molestia para mí. ¿De 9 a 10:30? No, no va a ser un problema. De hecho, espero llegar a tiempo de verles, son tíos francamente agradables y les admiro sinceramente por el visible esfuerzo que hacen cada día para adaptarse a un país y un idioma muy lejanos para ellos.

Y finalmente vuelvo a casa, a eso de las 18:30. Ceno con Brandon y Elena y hoy decido quedarme descansando, poniéndome al día por Skype y terminando cosas de trabajo que no podré avanzar este fin de semana. Así podré saludar a Julie cuando vuelva. Y claro, también tengo que reservar fuerzas para Sicilia...

domingo, 11 de abril de 2010

Cosas que quiero ser de mayor

Ya he vuelto al trabajo por aquí. Las cosas van bastante bien por ahora, afortunadamente. Wolf se ha puesto muy contento con los últimos resultados que hemos encontrado y cada vez me llevo mejor con él. Y cuando vuelva a Murcia, confío en que, trabajando y con esfuerzo, las cosas sigan saliendo bien. Lo que pasa es que el mundo de la universidad es altamente inestable: uno nunca sabe qué pasará el día de mañana, así que siempre hay que tener lista alguna alternativa. Yo he estado pensando arduamente sobre esto durante la semana y he decidido que, si tuviera que cambiar de trabajo, me gustaría ser...

JEQUE ÁRABE
El miércoles estoy con Raymond en el despacho. Está trabajando con un chico de Afganistán que ha venido unos meses con una beca especial. Al rato llega otro muchacho de Arabia Saudí para entregarle formalmente la invitación de su boda, garantizándole que será una celebración típicamente árabe y, desde luego, lujosa. Yo le echo un vistazo al individuo: tendrá unos 20 años, viste como yo y tiene el mismo aire despreocupado de cualquier chico occidental. Raymond le dice en seguida que soy español, porque a él (a casi todo el mundo, realmente) le gusta España. "Sí, he estado en tu país un par de veces, y este sábado volveré a ver el Clásico".
P.D.: el chaval era más del Madrid que yo, así que me acordé tristemente de él mientras mis amigos me daban el pésame al final del partido.
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Vale, he estado revisando mis propiedades y no tengo ningún pozo de petróleo. A ver qué tal esta otra...

JUGADOR DE FÚTBOL EN UNA LIGA NORTEAMERICANA
El sábado por la tarde Anthony sube a decirme que está jugando con Brad y Brandon al fútbol y que les falta uno para jugar un 2x2. Ahora que me doy cuenta, vivimos frente a un parque con una parte de césped suficientemente amplia como para jugar una pachanga. Y cuando bajo allí están los dos sin camiseta y dándole toques al balón lo mejor que saben. Hacemos las porterías y a jugar. Y 10 minutos después, con 5-1 en el marcador, Brad se tira al césped impotente: "no puedo más, mañana echamos otra, pero el español y el italiano no pueden ir juntos nunca más".
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Ahora estoy leyendo que Raúl y Guti se van tal vez a jugar allí. A mí me quedarían 10 años para retirarme y, además, cualquier español que me encuentre será probablemente mucho mejor jugador que yo. Sigamos rastreando...

OKUPA HOLANDÉS
El viernes por la noche voy con los otros cuatro del clan a una fábrica abandonada en la que viven 15 personas. En Holanda hay un mecanismo para legalizar esta situación a cambio de aportar algún servicio a la comunidad. Y según me van contando, estos tíos organizan cenas vegetarianas todos los lunes cobrando sólo "la voluntad" y otros días, como hoy, colaboran para que jóvenes bandas holandesas vengan a tocar. Hay cientos de personas con ganas de pasarlo bien, tercios de cerveza a un euro y alguno de los grupos suena interesante. Este domingo hemos ido también a una exposición de arte de la que nos habían hablado y que tiene lugar en este mismo recinto.
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La exposición ha sido bastante cutre y, ante todo, he descubierto con zozobra que mi alergia al polvo me dejaría sólo unos meses de vida en este lugar. Buff, qué difícil es esto de escoger una vocación...

PORTERO DE UN COFFEE SHOP
El jueves por la noche, después de despedirnos de Elena, que se va de viaje el viernes, los cinco vamos a un coffee shop que está junto al río. Bueno, explicaré mejor esto: el coffee shop es un barco, el mismo que trae a bordo las sustancias alucinógenas que tan injustamente se han adueñado del estereotipo holandés. El portero controla que seamos todos mayores de 18 (ó 21, no estoy seguro) y, al mirar mi DNI, me dice "buenas noches, amigo, yo hablo español" con un acento cuanto menos pintoresco. Simon es el primero en irse y, como hemos puesto las dos bicis con mi candado, salgo a acompañarle. Oigo que me dicen adiós y, cuando le respondo que vuelvo en seguida, él contesta "gracias". Pasan menos de 5 minutos y, para mi sorpresa, compruebo que no se acuerda de mí y me vuelve a pedir el DNI. Al verlo me repite que él habla español. Ocho horas al día fumando marihuana, ¿acaso puede haber un trabajo mejor? Así es como Brandon justifica que este trabajo mola.
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Bueno, y si nada de esto funcionase, entonces, sin lugar a dudas, quiero ser como Franz van der Hoorst. Os hablaría de él, pero se merece una entrada para él solito y hay que dejar algo para después. Además, a Brad le acaban de traer su pizza y si no me doy prisa me quedaré sin probarla. ¡Hasta la próxima!

miércoles, 7 de abril de 2010

Segunda parte

A las 9 de la noche del domingo 4 de abril, ya estaba de vuelta en Maastricht. España estuvo maravillosa, como siempre: muchos reencuentros en pocos días, buen tiempo e incluso el primer baño de la temporada con el agua a 10º. Así que, además de la alergia primaveral típicamente española y todas las cosas que no pude evitar que mi mamá metiera en la maleta, me he traido un buen resfriado como recuerdo de la visita. Mañana es fiesta aquí, pero me enteré tarde y sólo he podido ver de lejos alguna de las barracas de las Fiestas de Primavera, mientras los últimos nazarenos paseaban de vuelta a casa disfrutando de los 25º y de un sol que calienta de verdad. Y Maastricht me ha recibido..., con lluvia. Y con una nueva compañera de piso, según me cuentan por el móvil mientras negocio el precio con el taxista turco que me va a llevar a casa.

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Cuando Elena llegó el sábado por la mañana a su nuevo piso, ninguno de los tres restantes inquilinos estaba allí para darle la bienvenida. Pero sí que encontró a Andreia y Margarida, las portuguesas, que habían pasado allí la noche con familia y amigos de su país por cortesía de Julie. "Hola, Elena. No, nosotras no vivimos aquí, pero somos compañeras de trabajo de una chica que vive en este piso y nos dejó la llave mientras nos acondicionan nuestra nueva vivienda. Ah, ¿eres española? No, no sabemos dónde queda Huesca - y menos aún Monegros -, pero uno de tus compañeros es Jose, de Murcia". A Elena esto último no le afecta demasiado, porque finalmente ha cumplido su sueño de salir fuera por un tiempo y ahora, ante todo, quiere mejorar su nivel de inglés a toda costa. De modo que, cuando el tal Jose llega y se conocen, ambos comienzan pronto a hablar en inglés, usando el español sólo lo imprescindible casi desde el primer día, y compensando la falta de fluidez típica de las primeras semanas con una admirable perseverancia. El domingo por la noche también llega Julie, después de pasar el fin de semana en el piso que comparte con su novio en Bélgica. Julie está muy contenta con su nueva compañera, las dos tienen un carácter afable y entusiasta y se hacen amigas rápidamente. Además, ahora que habla por primera vez en inglés con una recién llegada, Julie se da cuenta de lo mucho que ha mejorado su nivel de conversación durante estas semanas. Así que, consciente de los momentos difíciles por los que atraviesa su nueva amiga española, esa noche y durante el día siguiente procura ayudarla sin agobiarla demasiado, hablando con ella despacito durante esa noche y todo el día siguiente. Porque, como Julie bien sabe, es fácil que los no angloparlantes te entiendan si les hablas despacio y separando bien las frases. Y entonces llega Brad.

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Brad volvió de Alemania el lunes por la noche. "Hey, Jousé, ¿qué tal estuvo España? Anthony y yo nos acordamos de ti estos días, allí los bares no cierran hasta que no sale todo el mundo, el sábado tenía sed y era tan tarde que pedí un botellín de agua mineral". Anthony y él eligieron ir a Alemania en lugar de acompañar a Caroline a Italia. Ella sabía que Brad quería visitar el Coliseo, así que le ha dedicado una creativa foto tratando de representarlo lo mejor posible frente a las míticas ruinas romanas. Como a los demás, a Brad también le encantan las novedades. "Hola, Elena, me alegra que hayas venido a vivir con nosotros. No es sólo porque seas bonita, sino también porque finalmente me quedo tranquilo sabiendo que el tío de Kenia ya se fue". Elena no ha entendido casi nada en esta primera descarga de inglés comprimido (el de verdad), así que se limita a sonreir, asentir con la cabeza y decir "thank you", que eso casi siempre funciona. Pobrecita, ni siquiera conoce la historia del tío de Kenia. Yo oí hablar de él cuando aún estábamos Brad y yo solos en el piso y un día quise saber de quién era el café de la cocina, dado que ninguno de los dos tomamos café en el piso. "Es un tío negro, tiene 39 años y es un palmo más alto que nosotros. Habla un inglés raro y tiene una forma de ser extraña. No se despidió de mí la última vez que lo vi, así que a lo mejor vuelve a su habitación, enfrente de la tuya. Jousé, yo que tú cerraría con llave por las noches". Luego me sonríe, just kidding...